Después de la Independencia mozambicana, en 1975, la emblemática fortaleza de San Nicolás fue convertida en un asilo que, desde su lejanía costera, resiste ante los cambios de la nueva era del país. En el asilo hay un árbol, un frangipani bajo el cual está enterrado un carpintero de la otrora fortaleza, Ermelindo Mucanga, quien al no haber “muerto adecuadamente” sigue los consejos de un pangolín —especie de oso hormiguero sagrado— y ocupa, para “morir de nuevo”, el cuerpo de Izidine Naíta, un inspector que viene de la ciudad a resolver el reciente asesinato del director del asilo. Para el agente policiaco, investigar implica urgar en la identidad añeja de los habitantes del asilo y, justo por eso, peligrar por amenzar los restos del Mozambique que ellos protegen. En esta obra —también adaptada al teatro—, de raciocinio policiaco y misticismo ancestral, se subsanan dos realidades distantes entre sí, la del Mozambique antiguo y el nuevo.