El protagonista de Marienbad eléctrico es un escritor seguro de que, en estos tiempos, sólo la experiencia estética puede depararnos algún momento que renueve la rutina. Le interesa especialmente el arte de la instalación, y busca comunicar su propia obra con el trabajo de Dominique Gonzalez-Foerster, artista enigmática a quien lo une una amistad compuesta de admiración y reto artístico. En esta relación –cuyo modelo es el de Holmes y Watson– el narrador toma para sí el papel de quien investiga a su compañera (aunque ambos terminen investigándose el uno al otro), detecta en conversaciones aparentemente accidentales el germen de nuevos proyectos, y sospecha que incluso los diálogos más simples ocultan mensajes clave. La habitación vacía, lugar de la creación; la figura de Rimbaud, el más secreto de los poetas; el autor que se piensa escribiendo y que escribe para pensarse; el vanguardismo como una forma nueva de entender el mundo. Aquí cada tema se transforma, se retoma, obtiene nuevas significaciones. Este relato sin duda interesará a los lectores de Vila-Matas. Contiene todo los elementos de sus novelas extensas, pero posee la velocidad de obras como Historia abreviada de la literatura portátil: autoficción, metaliteratura, sentido del humor e ironía, reflexión del lugar y la función del arte en el mundo contemporáneo. Una búsqueda de las revelaciones y el fugaz éxtasis que sólo la creación puede ofrecer.