En 1905, Enrique Gómez Carrillo (1873-1927) emprendió un viaje para realizar un reportaje sobre la situación sociopolítica en Rusia. El tema era extremadamente actual: no sólo por la fascinación de la época hacia lo exótico y el auge de los relatos de viaje que ocupaban un lugar privilegiado en los periódicos de finales del siglo XIX, también porque el país estaba viviendo un momento crítico: la guerra contra Japón y la multiplicación de huelgas, disturbios y levantamientos militares que confluyeron en la masacre obrera del Domingo Rojo en San Petersburgo. Gómez Carrillo, autor prolífico guatemalteco, conocido como el Príncipe de los Cronistas (escribió más de ochenta y siete títulos, entre novelas y ensayos, y más de tres mil crónicas), se sumergió en la terrible realidad del régimen del zar Nicolás II y recogió sus impresiones en esta obra: una crónica cruda y desoladora de la Rusia prerrevolucionaria. En ella efectúa una descripción desgarradora del país y de las instituciones que lo regían: el zar y su corte, el clero ortodoxo, los movimientos de los obreros y estudiantes, la discriminación de armenios y judíos. Sus impresiones de viaje muestran una innegable curiosidad periodística. Si Gómez Carrillo tuvo fama de aventurero, frívolo, bohemio y egocéntrico, con esta obra confirma que fue, además, un escritor comprometido que supo erigirse como una figura insoslayable de la crónica y de la literatura de principios del siglo XX, impulsando la nueva estética vanguardista de la época.